Jared Leto parece capaz de hacer cualquier cosa y de quererlo todo, y eso es precisamente lo que lo vuelve problemático.
De Fight Club a Thirty Seconds To Mars: Jared Leto es, como mínimo, tan versátil como cuestionable es su comportamiento. Hoy, en su 54.º cumpleaños, repasamos a este polémico multitalento.
Casi ningún artista de su generación polariza tanto al público como él. Antes celebrado como actor carismático y músico exitoso, Leto ahora es visto cada vez con más mirada crítica, como símbolo de una carrera en la que el genio, la excentricidad y la autopromoción se han vuelto cada vez más difíciles de separar.
De estrella de televisión a ganador del Óscar
Jared Leto nació el 26 de diciembre de 1971 en Bossier City, Luisiana. Su carrera comenzó en los años 90 con la serie de culto My So-Called Life, donde rápidamente se convirtió en ídolo adolescente como Jordan Catalano. Pero Leto quería más que popularidad: buscaba reconocimiento como artista serio.
Al principio, ese reconocimiento lo encontró en el cine. Papeles en películas como Requiem for a Dream, Fight Club y American Psycho mostraron su disposición a encarnar personajes extremos. El punto más alto llegó en 2014 con su Óscar por Dallas Buyers Club, donde interpretó a una mujer trans. En su momento, su entrega fue celebrada; hoy, ese mismo papel se mira con mucha más crítica, especialmente en el contexto de debates sobre representación y casting.
Thirty Seconds to Mars: culto y control
En paralelo a su carrera actoral, Leto fundó la banda Thirty Seconds to Mars, con la que logró un gran éxito a nivel mundial. Canciones como "The Kill", "Closer to the Edge" y "Kings and Queens" convirtieron al grupo en un referente del rock alternativo.
Pero también aquí la percepción cambió. Lo que antes se veía como una relación intensa con los fans, hoy a menudo se describe como una puesta en escena de tintes sectarios. El evento para seguidores “Mars Island”, impulsado por Leto —con túnicas blancas, lenguaje espiritual y una fuerte personalización centrada en él— recibió burlas y críticas a nivel internacional. Leto se presenta cada vez más como una figura tipo gurú, algo que a muchos observadores les provoca incomodidad más que admiración.
¿Method acting o espectáculo del ego?
Hoy, Jared Leto es visto con particular crítica por su enfoque extremo del method acting. Informes sobre conductas que cruzan límites en los rodajes —por ejemplo, durante la filmación de Suicide Squad— dañaron de forma duradera su imagen. Durante mucho tiempo, los regalos con contenido perturbador enviados a compañeros de reparto se defendieron como "dedicación artística", pero luego se consideraron ampliamente como algo poco profesional y una falta de respeto.
Su interpretación del Joker también se ve, en retrospectiva, como un ejemplo de cómo el exceso de confianza y la falta de comprensión contextual de un papel pueden desembocar en una actuación exagerada y, en última instancia, fallida. Películas posteriores como Morbius reforzaron la impresión de que Leto se aferra cada vez más a proyectos que alimentan su ego más que al arte en sí.
Controversias y distancia pública
Además, han surgido de forma recurrente acusaciones y rumores de comportamientos inapropiados hacia fans más jóvenes; señalamientos que nunca se resolvieron legalmente, pero que aun así han pesado mucho sobre su imagen pública. En la era del #MeToo, Leto es visto con creciente escepticismo, no menos por su constante evitación de pronunciarse con claridad en público.
Mientras algunos de sus contemporáneos muestran rendición de cuentas, autorreflexión o cambios, Leto a menudo parece alguien que ignora las críticas o las eleva a un plano “espiritual”. Su autoimagen de artista atemporal, por encima de todo, hoy tiende a provocar rechazo más que admiración.
¿Un artista en un punto de inflexión?
A los 54, Jared Leto está en una encrucijada. Su talento es indiscutible, al igual que su influencia. Pero la pregunta ya no es de qué es capaz, sino cómo lo usa y si está dispuesto a examinarse con mirada crítica.
En una época en la que la autenticidad, la responsabilidad y la colaboración pesan más que los genios excéntricos en solitario, Leto parece cada vez más fuera de sintonía con su tiempo. Antes un transgresor entre el pop, el cine y el arte, ahora suele citarse como ejemplo de lo delgada que puede ser la línea entre la entrega y el narcisismo.
El artículo original fue escrito por Daniel Fersch.