Incluso con una biblioteca llena de juegos, la motivación puede estar extrañamente ausente, un fenómeno que tiene más que ver con la psicología que con el mal gusto.

Todos conocemos la sensación: otra oferta de Steam, otro puñado de juegos añadidos a la biblioteca que no deja de crecer. Y, sin embargo, a menudo nos encontramos mirando esa larga lista y pensando: “No tengo nada que jugar.” ¿Cómo es siquiera posible?
Le pregunté a una amiga que estudia psicología. Su opinión: nuestro cerebro está constantemente buscando novedad. Una vez que hemos jugado a un título unas cuantas veces, la emoción desaparece. Así que perseguimos el siguiente juego nuevo para recuperar ese subidón. Nuestro sistema de recompensa se activa – especialmente cuando sentimos que conseguimos una ganga. Las rebajas solo amplifican ese efecto.
No se trata de jugar, sino de poseer
Con el tiempo, el juego en sí deja de ser la recompensa. Lo que dispara el cerebro es el acto de comprar. La mera idea de poseer un juego nuevo nos da un chute de dopamina. Pero una vez que está en nuestra biblioteca, esa emoción se desvanece. Lo que queda es una lista creciente de títulos y una vaga sensación de que “deberíamos” jugarlos.
Steam y otras plataformas lo saben muy bien. Los descuentos crean una urgencia artificial – si no lo compras ahora, “pierdes” algo. ¿La verdad? Compramos juegos que ni siquiera llegamos a abrir. Nuestras bibliotecas se convierten en archivos de intenciones poco realistas.
Si llevas tiempo jugando, quizá recuerdes lo especial que solía ser comprar un juego. Ibas a la tienda, a veces después de semanas o meses de espera. Tal vez viste un avance en una revista, tal vez lo comentaste con amigos. Tal vez fue un regalo de cumpleaños. En el camino de vuelta a casa, hojeabas el manual, admirabas la portada, leías una y otra vez la contraportada.
Ahora es cuestión de segundos. Un clic, descargar, listo. La barrera es más baja – y también lo es la inversión emocional. Muchos juegos se pierden en la estantería digital sin apenas emoción.
Demasiada elección hace más difícil elegir
Y luego está esto: cuantas más opciones tienes, más difícil es elegir una. Cuando tienes 200 juegos listos para jugar, cuesta comprometerse con uno solo. Así que terminas en parálisis de decisión, sin abrir nada – o volviendo a un juego que ya conoces. También hay psicología detrás de eso: tomar decisiones consume energía. Y cuando hay demasiadas opciones, no se crea más libertad – se llega a un punto muerto.
Entonces, ¿qué puede ayudar?
- Juega solo lo que realmente te apetezca. No se trata de eficiencia, sino de disfrute.
- Deja de comprar juegos nuevos por un tiempo. Un descanso consciente puede ayudarte a ver tu biblioteca con más claridad.
- Ordena tu colección. Oculta los juegos que sabes que no volverás a tocar. Menos desorden, menos presión.
- Fija metas pequeñas: elige un juego y comprométete a jugarlo al menos una hora. O decide terminar una saga completa.
Así que el agotamiento del backlog no es solo un problema personal, sino estructural. Las plataformas, los descuentos y nuestra propia química cerebral nos empujan a acumular más de lo que jamás podremos jugar. No puedes eliminarlo por completo, pero sí puedes afrontarlo con más consciencia. Quizá hoy sea el día de abrir ese juego que lleva años en tu backlog, solo para recordarte lo que se siente al volver a jugar de verdad.
El artículo original fue escrito por Johanna Goebel.