Por qué Road 96 impacta más que la mayoría de las ficciones distópicas – y por qué deberías jugarlo ahora mismo.

Road 96 es más que un viaje por carretera. Es un reflejo del mundo en el que vivimos – y uno de los juegos narrativos más poderosos que he jugado.
Un viaje que nunca se repite igual
Road 96 comienza en el verano de 1996, en algún lugar de un país ficticio bajo un régimen autoritario. Eres un adolescente. Y como tantos otros, has tomado la decisión de irte – de huir del régimen, de cruzar la frontera, de arriesgarlo todo por una vida en la que la libertad no sea una fantasía. Esa es la premisa – pero lo que sucede a partir de ahí depende completamente de ti.
Cada vez que inicias una nueva partida, asumes el papel de un adolescente diferente con su propio camino hacia la frontera. Las decisiones que tomas repercuten en el mundo – no solo para ti, sino para el país entero. Y ahí es donde Road 96 se diferencia de la mayoría de los juegos basados en elecciones. Aquí, las consecuencias son visibles: los personajes recuerdan, las situaciones cambian. No solo desbloqueas nuevos finales, transformas el universo del juego con cada partida.
El resultado es una historia que se siente viva. Conoces a un elenco de personajes extraños, memorables, profundamente humanos, cuyas historias están conectadas de formas sorprendentes. Con el tiempo, aparecen patrones. Empiezas a entender cómo encajan las piezas. Y aún así, cada nueva partida ofrece algo inesperado – una escena que no habías visto, una línea de diálogo que de repente cobra otro sentido, una curva en la carretera que antes no estaba. Y aunque las mecánicas son relativamente simples – conversaciones, exploración, pequeños minijuegos y decisiones – el peso emocional se acumula lenta pero constantemente.
Un juego político que no se siente como una lección

Lo que hace que Road 96 sea tan impactante hoy es lo cerca que se siente de la realidad fuera de nuestras pantallas. Los temas que aborda – vigilancia, propaganda, nacionalismo creciente, migración forzada – no son tropos distópicos abstractos, son realidades vividas por muchas personas. Y el juego no explota esas ideas por drama; las presenta con claridad silenciosa y empatía.
Sientes el miedo de ser detenido en un puesto de control. La tensión de una conversación con alguien que podría delatarte. La incertidumbre de si debes confiar en quien te ofrece ayuda. Y debajo de todo: la pregunta de cuánto estás dispuesto a arriesgar por hacer lo que crees correcto.
Es un juego raro que logra equilibrar urgencia y quietud, peligro y belleza. Algunos momentos son absurdos y extraños. Otros son silenciosos, melancólicos, incluso tiernos. Y todo está unido por una fantástica banda sonora inspirada en los años 90 que captura tanto la nostalgia como la rebeldía en el corazón de esta experiencia. No es solo una historia de madurez. Es un recordatorio de lo frágil que puede ser la libertad – y de cuán rápido un país puede pasar de ser un hogar a convertirse en algo mucho más peligroso.
El artículo original fue escrito por Johanna Goebel.